viernes, 3 de octubre de 2014

Introducción – Invierno


En Invierno hace frío, mucho frío. Del cielo cae algo muy parecido a la nieve, pero no es nieve. Si bien han pasado dieciocho años desde el Primer Colapso, el Polvo Gris sigue cayendo. Pero está amainando, ya no mata a todo lo que crece sobre la tierra. La naturaleza ha comenzado a colonizar las zonas de la Ciudad que el hombre ha dejado a su suerte. Para la tierra esta incapacidad humana de medir las consecuencias de sus actos, no es más que una picazón. A lo largo de millones de años, las especies fueron y vinieron, nacieron de a miles, y se extinguieron de a millones a la vez, pero la tierra permanece.

Imaginen una ciudad de doscientos kilómetros cuadrados de superficie, habitada por tres millones de personas. Cada mañana los cuidadores de plazas evitan que las enredaderas abandonen su reclusión dentro del espacio verde. Los barrenderos, impiden que el polvo y las hojas de los árboles cubran las veredas y calles. Los inspectores cuidan que las cañerías no tengan filtraciones, y que las magníficas obras de arquitectura del hombre se mantengan firmes.

Ahora, imaginen que a esa ciudad le quitan dos millones novecientos cuarenta mil personas en el transcurso de algunos meses. Los pocos que quedaron no podrían mantener la infraestructura de una ciudad de doscientos kilómetros cuadrados. A duras penas pueden mantenerse a sí mismos. Esa es la Ciudad que vive en Invierno.

Para la Tierra, diez mil años no es nada, si tiene cuatro mil seiscientos millones en su espalda. Pero diez mil es el tiempo que han pasado los humanos sobre el terreno en el que se asienta la Ciudad. Lo han modificado a su antojo, pero ahora es el turno de la Tierra.

¿Qué fue de los cuidadores de plazas? Las enredaderas, las gramíneas, los yuyos, los musgos se escapan de sus reclusiones, y colonizan todo a su alrededor. ¿Qué fue de los barrenderos? El polvo y las hojas llevan años cubriendo veredas y calles, creando cabezas de playa para las invasoras que arriban de las plazas. ¿Qué fue de los inspectores? El frío intenso reventó las cañerías, quebró vidrios a prueba de balas y paredes de hormigón, a los que el viento y la lluvia terminaron por hacer ceder. Ya nada es lo que era. Los trenes subterráneos ya no circulan, y sus túneles han sucumbido a los embates de la naturaleza. Muchos de los grandes edificios han colapsado, y los que se mantienen en pie no son habitables.

Tan sólo han pasado dieciocho años desde el Primer Colapso, y la Tierra está a un paso de librarse de esa plaga que desbarató el ecosistema hace diez mil años. Qué son algunos años más, si la Tierra no sabe lo que es la impaciencia, la tierra permanece.

Aquí pueden leer más Trasfondo: http://inviernopostapoc.blogspot.com.ar/p/trasfondo.html
Y aquí las Reglas de Invierno: http://inviernopostapoc.blogspot.com.ar/p/reglas.html

  • Cuaderno de notas del Historiador Hechos Importantes Previos al Primer Colapso – Posibles Causas 1983 25 de Abril – La niña Samantha Smi...
    • El Chisme - Número 288 Por Chimentero Esta es la historia de Ratón Blanco, un Saqueador. Ratón tenía su refugio entre los escombros ...
  • El Chisme - Número 289 Por Chimentero El Musgo Violeta promete ser un desestabilizador en la Ciudad. El poder de la Cofradía de la Lata...
  • El Chisme - Número 290 Por Chimentero Dicen que el Juguetero es una de esas personas a las que uno desearía nunca haber conocido. 
  • El Chisme - Número 266 Por Chimentero Casi cualquier lugar de la Ciudad, por más hediondo o peligroso que sea, puede llegar a ser elegid...

El CazaMutantes
Cualquiera que se atreva a querer sobrevivir solo en la Ciudad, no pasará del primer día. Únicamente el Otro Viejo, y el Ónfalo pueden darse el lujo. Los demás deben asociarse en comunidades, de las cuales la mayoría son Majnovistas, asociaciones anarquistas en las que no hay líderes o camarillas que coercionen a los demás.


lunes, 15 de septiembre de 2014

El Juguetero

El Chisme - Número 290


Por Chimentero

Dicen que el Juguetero es una de esas personas a las que uno desearía nunca haber conocido. Un día me acerqué hasta la derruida fábrica de muñecas, tan sólo para verlo. Subí hasta el tercer piso de un edificio cercano, y me senté con mis binoculares preparados. Pasé horas observando las montañas de muñecas de plástico. Cabezas. Miles y miles de cabezas de muñecas sin ojos.

Finalmente lo vi. Caminaba por entre las cabezas como quien pisa arena fina, pero con firmeza. Los pies cubiertos de vendas viejas, amarillentas. El cuerpo abrigado con un sobretodo negro. La cabeza cubierta por una extraña máscara de plástico. Ajusté los prismáticos, y pude verlo. Quince, tal vez veinte rostros de muñecas pegados uno junto al otro, rodeando y cubriendo su cabeza. A todas les faltaban los ojos.

Dicen que fue el fundador de la Corporación Zombie. El primer Maestro de Dominadores, y el primer Cónsul. Pero ahora vive sólo en la abandonada fábrica de juguetes. Sólo con sus zombies. Dieciocho. A todos les faltan los ojos, y los mantiene atados por el cuello a varas de hierro clavadas en el suelo, entre las montañas de muñecas.

Nadie sabe su edad. Algunos lo hacen originario de la Colonia 1, otros de la Colonia 2. Sea como fuere, todos coinciden en que estaba vivo cuando el Desgarro. Vivía en alguna de las Mega Torres del otro lado del río Duro. Todas las historias cuentan cómo los Muertos Vivos fueron copando colonia tras colonia, dando inicio el Segundo Colapso. Relatan cómo las Mega Torres de las Colonias 1 y 2, fueron las últimas en resistir. Narran cómo un hombre de negocios dio con el Dominio, la forma de controlar a los zombies.

En algunas de las historias presentan al Juguetero como único sobreviviente de las Mega Torres, otras como el líder de los últimos supervivientes de la antigua clase alta de la Ciudad. De los presuntuosos descendientes de los Primeros Pobladores.

Se dice que el Juguetero simplemente se cansó de ver morir uno tras otro a sus compañeros, para luego verlos volver a una mala imitación de la vida, ansiando hacerse con eso que los había abandonado para siempre. Se sentó en el descomunal Hall de entrada de una de las Mega Torres, y simplemente se quedó mirando fijo a los zombies que se acercaban hacia él. Lentos, y con movimientos eclécticos.

Los eventos traumáticos pueden volver loca a una persona, o simplemente matarla de miedo. Pero hay gente que canaliza la locura y el miedo, y la vuelve un arma. El Juguetero logró esa canalización a través de la mirada. Obtuvo lo que los Maestros de la Corporación llaman el Dominio. Esa capacidad para inmovilizar a los zombies con la mirada, con el contacto visual.

Dicen que el Juguetero empezó a reclutar supervivientes, y los enfrentaba a un grupo de zombies. Si salían airosos de la prueba, si conseguían el Dominio, se transformaban en Maestros Dominadores. Pronto estos comenzaron a ofrecer sus servicios a cambio de alimentos. Vaciaban zonas enteras de la ciudad de zombies, literalmente.

Cuando el Gobierno Central construyó el Muro en derredor de la Ciudad, no hubo opción. Había que lidiar con los zombies, o convertirse en uno. El Juguetero fundó la Corporación Zombie, y fue su primer Cónsul. Todos los Ciudadanos que eran Dominadores, se unieron a la Corporación, y se transformaron en sus Maestros.

A lo largo de varios años, el Juguetero ideó un plan para ir guiando a todos los zombies de la Ciudad hacia las Colonias 1 y 2, que se encontraban al otro lado del río Duro. Estaban totalmente aisladas, con el Muro por un lado, y el río por el otro. Apenas tres puentes cruzaban ese río, domado y rectificado artificialmente unos 60 años antes del Primer Colapso. Los ingenieros de aquellos tiempos, construyeron un canal de 20 metros de ancho, que sobresale dos metros del nivel de las calles, para evitar las inundaciones de barro anuales.

Es un río de aguas lentas y limosas, con abundante sedimento. Parece sólido a la vista, pero el que ose cruzarlo será atrapado por el barro para siempre. Cuando uno lo toca, es de un líquido viscoso, pero si mete la mano, al quererla sacar el río se convierte en cemento.

El Juguetero ideó el plan, y lo comunicó a todos los supervivientes. Todos se comprometieron a dar comida y objetos de intercambio a la Corporación si ellos libraban a la Ciudad de las hordas de Muertos Vivos. Durante casi seis meses se dedicaron a guiar a los zombies hacia las Colonias 1 y 2, que pasó a ser una región abandonada, y que comenzó a ser conocida como El Duat.

Logrado su objetivo, los Dominadores juntaron todo el combustible que pudieron encontrar, armaron bombas, e hicieron colapsar a los tres puentes. Como bien sabemos, eso no significó la solución contra la Plaga Muerta, ya que esta llegó para quedarse. Donde sea que alguien muera, vuelve a las pocas horas como zombie. Así que el trabajo de los Dominadores siempre es necesario.

El Juguetero organizó a la Corporación Zombie al más fiel estilo de las corporaciones medievales, según me enseñó el Historiador. Todos los Maestros son iguales dentro de la Corporación. Todos tienen derecho a voto. Año a año, se elige a uno de ellos para ser el Cónsul, el que los guía y representa ante los demás Ciudadanos. Pero sin poder real sobre los demás Maestros. El primer Cónsul fue el Juguetero, pero una vez volados los puentes se retiró a pasar sus días rodeado de zombies y cabezas de muñecas en la vieja fábrica de juguetes de la Colonia 9.

Hoy en día, quien quiera volverse un Maestro Dominador de la Corporación Zombie tiene que comenzar como Jube. Los que la gente suele llamar Pendes. Son jóvenes que se cansaron de sobrevivir como Saqueadores, y quieren darse la gran vida de los Maestros Dominadores, que casi no tienen que trabajar para sobrevivir.

El proceso de iniciación tan sólo es superado por uno de cada veinte. Los que fallan, engrosan las filas de los Muertos Vivos del Duat, ya que allí son llevados y abandonados los Iniciados. Si logran canalizar su miedo y su locura a través del Dominio, vuelven como Jubes. Estos no tienen voz, ni voto, dentro de la Corporación, y les toca el peor trabajo, que consiste en recorrer las Colonias en busca de zombies que se hayan levantado dentro de la Ciudad, o que se hayan hecho camino cruzando el Muro, a través de las numerosas brechas, luego de sortear las vallas de alambre de púa.

Se dice que en tiempos del Juguetero como cónsul, era él mismo el que aterraba y enloquecía a los Iniciados, y luego los liberaba en un patio repleto de zombies. Hoy en día nadie se atreve a ir a verlo. Una vez al mes le toca a algún Jube llevarle Latas. La mayoría vuelve listo para convertirse en Maestro, los que no logran superar el miedo que el Juguetero les infunde, directamente no vuelven, y el Juguetero los ata a un poste de hierro.



















lunes, 8 de septiembre de 2014

El CazaMutantes

El Chisme - Número 218


Por Chimentero

Cualquiera que se atreva a querer sobrevivir solo en la Ciudad, no pasará del primer día. Únicamente el Otro Viejo, y el Ónfalo pueden darse el lujo. Los demás deben asociarse en comunidades, de las cuales la mayoría son Majnovistas, asociaciones anarquistas en las que no hay líderes o camarillas que coercionen a los demás.

Son comunidades que aparecieron poco después del Segundo Colapso, iniciadas por descendientes de inmigrantes ucranianos, que, escapados de la Guerra de Independencia de Ucrania, habían llegado a la Ciudad por los años 1920s, y se asentaron en la Colonia 5.

Se trata de pequeñas comunidades independientes unas de otras, que incluyen hombres, mujeres, niños, y es uno de los pocos sitios en los que todavía se ven familias, en la Ciudad. Es algo totalmente diferente a lo que se da entre de las bandas de Saqueadores, dónde impera la agresión mutua y la imposición de los más fuertes; o de a la estricta jerarquía de la Corporación Zombie. Tampoco se asemejan a las comunidades extrañamente igualitarias de la Cofradía de la Lata y de la Hermandad de la Máquina.

Los Majnovistas no tienen organización alguna. No suelen abandonar las zonas en las que decidieron asentarse, y viven casi exclusivamente de sopas de musgo. Casi exclusivamente, ya que, algo oscuro dentro de estas comunas es su gusto por la carne. Carne abhumana.

Dentro de la Ciudad existen ciertos pactos no firmados que impiden la agresión entre los Ciudadanos, es decir, de la gente que vive dentro del Muro. La Corporación Zombie cuida que esto se cumpla, aleccionando a las bandas de Saqueadores que, presas del hambre, pueden llegar a atacar a alguna Comuna, o algo más impensable, a algún convoy de la Cofradía de la Lata. Por este favor, y por cuidar a la Ciudad de los zombies, incluso los Majnovistas pagan tributo a la Corporación.

El gusto por la carne de los Majnovistas tiene que satisfacerse con una provisión extramuros. Allí fuera existen todo tipo de criaturas, y algunas de ellas son comestibles, según cuentan los Esteparios que vienen a comerciar a la Ciudad. Pero los Majnovistas han desarrollado un gusto un tanto especial por la carne de Mutante, la carne abhumana.

Los Mutantes solitarios no son bienvenidos en la ciudad. Suelen desaparecer rápido, más si se acercan a las Colonias 5 y 6, donde se ubican la mayoría de las comunidades Majnovistas. Sólo aquellos que poseen alguna característica especial pueden llegar a ser aceptados en una banda de Saqueadores.

Generalmente estos suelen ser los Gigantones, mutantes de gran tamaño y resistencia. En especial a la radiación, a la Lluvia Negra, y al Polvo Gris. Razón por la cual son populares entre los Saqueadores, ya que aportan la posibilidad de saquear por la mañana, cuando la Ciudad todavía no resulta transitable para el resto de los mortales.

Pero esta es la historia de Seisdedos, un CazaMutantes. Hace algunos días tuve la oportunidad de pasar unas horas conversando con él, y escuchar su historia de vida.

-Tendría unos tres o cuatro años, cuando el Desgarro ­­–me contó-. Mi padre no nos dejaba salir del refugio a mí y a mi mamá, pero él salía a mirar y buscar alimento. Algunos días después hacen el Muro, seis días después mi papá ya no vuelve, y me tuve que comer a mi mamá muerta para sobrevivir.

Al contrario de lo que cabría esperar, mostró una cierta mueca de placer al rememorar ese evento. Muchos Ciudadanos tuvieron que recurrir al canibalismo para sobrevivir en tiempos del Segundo Colapso, y al parecer, la mayoría terminaron formando parte de las comunidades Majnovistas.

-Mi padre ­­–siguió Seisdedos- me dijo que fueron los extraterrestres los que trajeron la Peste Muerta. Hubo un hombre que me cuidó un tiempo. Tenía muchos años, tantos como nadie vive ahora. Me dijo que había visto los cuerpos de los extraterrestres, que llegaron muertos. Por eso la gente le dice los Muertos, pero nunca escuché a nadie que dijera haberlos visto, sólo a este hombre. Pero también me contó de cajas en las que se podían ver historias y escucharlas, de la misma forma en que nos vemos nosotros ahora, así que podrá ver que no era muy confiable.

Seisdedos tenía 21 años al momento de la conversación que tuvimos. Lo que lo convierte en un viejo, para los Majnovistas. Rara vez pasan la veintena por su mala alimentación. La sopa de musgo apenas si nutre, sirve más que nada para calmar el hambre. Y la carne de Mutante tampoco es saludable. Entre ellos se dan muchos casos de recién nacidos mutantes. Sesisdedos me contó qué es lo que hacen con ellos.

-Cuando nacen chicos deformes, sabemos que son Mutantes –Dijo Seisdedos-, pero como no podemos comernos a nuestros propios pibes, así que así nació la Carreta de Despacho. Las madres suelen asustar a los chicos con enviarlos al Carretero. En sus carretas cerradas recorren todas las comunidades de la Ciudad. ¿Qué pasa con esos pendejos deformes? Nadie sabe. Se supone que los arrojan al otro lado del muro.

Seisdedos prefiere ignorarlo, pero todos sabemos que los Carreteros luego salen a la Estepa, descuartizan a esos niños, los meten dentro de latas vacías, y se las cambian a los Majnovistas por alguna de las artesanías que ellos fabrican, que a su vez las trocan con los Saqueadores o con los Abrelatas, por algún alimento, o por algo de valor.

Entre los Majnovistas todos aportan algo a la comunidad. El aporte de Seisdedos lo hace una vez a la semana. Todas las comunas tienen uno o dos CazaMutantes. Son Majnovistas que se ofrecen voluntarios para salir de la comunidad, y para salir de la Ciudad.

Parten con las primeras luces del día, cuando el sol fuerza las nubes grises para que pase algo de luz. Se cubren íntegramente, con sobretodos y capas, para evitar el frío matinal, y el Polvo Gris. Todos ellos llevan máscaras de gas, un arco y una larga y gruesa lanza.

Esta última suelen usarla para defenderse de algún zombie que encuentren en la estepa, o de los molestos Gallinazos que suelen carroñar entre las cercas de alambre de púa que rodean al Muro. Allí siempre queda atrapado algún zombie, y a veces algún Mutante no muy ágil que intentaba probar suerte en la Ciudad.

Los CazaMutantes son rastreadores casi tan expertos como los Esteparios. Sólo que al estar especializados en Mutantes, no conocen los rastros de otras criaturas. Pero suele haber tanta variedad en las mutaciones de esos abhumanos que a veces les resulta difícil identificar si es el rastro de algo desconocido, o de un Mutante.

Suelen ser buenos arqueros, pero más diestros resultan con la lanza, cuya punta untan con un ungüento de receta secreta. Tan sólo un rasguño con ese filo envenenado alcanza para paralizar a sus presas en tan sólo unos minutos.

-Ahí mismo –Me contó Seisdedos­-, los descuartizamos mientras están vivos, para que la carne no se ponga toda dura. Cortamos por las articulaciones, así es más fácil meter en un fardo, y colgarlo a la espalda.

No tienen que alejarse mucho de la Ciudad para encontrar presas fáciles. Los Mutantes tienen la extraña costumbre de mantenerse cerca de la ciudad, nadie sabe muy bien por qué. Así es que antes del atardecer ya se encuentran de vuelta en la comunidad con alimento para uno o dos días.

Seisdedos murió a los pocos días de conversar conmigo, de una forma un tanto misteriosa y extraña, durante lo que pareció ser una riña territorial entre su comunidad y los Temporales. Lo extraño fue que cuando lo encontraron, le faltaba la mano que le había dado nombre, la que tenía seis dedos.






















miércoles, 3 de septiembre de 2014

Cronología de Hechos Importantes previos al Primer Colapso

Cuaderno de notas del Historiador


Hechos Importantes Previos al Primer Colapso – Posibles Causas

1983

25 de Abril – La niña Samantha Smith, de Manchester, Maine, Estados Unidos, es invitada a visitar la Unión Soviética por el líder de esta última, Yuri Andropov, luego de que la niña hubiese enviado una carta al líder soviético expresando su miedo a una guerra nuclear. Andropov la invita para asegurarle que no hay nada que temer.

25 de Mayo – Se estrena El regreso del Jedi.

13 de Junio – Una pérdida total de líquido refrigerante en la Central Atómica de Embalse, en Argentina, es clasificado como Accidente con Consecuencias Locales Nivel 4.

1º de Julio – Fallas técnicas en la Planta de energía atómica de Philippsburg, Alemania, ocasionan una perdida de iodine-131.

1 de Septiembre – El avión comercial de pasajeros Korean Air Lines Flight 007 es derribado por aviones de guerra soviéticos tras etrar en espacio aéreo soviético. Los 269 pasajeros murieron en el acto, incluido el congresista estadounidense Larri McDonald.

26 Septiembre – Los Soviéticos sufren una falsa alarma de ataque misilístico desde USA. Creyendo que era una represalia por el avión derribado, responden con un ataque de represalia contra todos los centros de poder de la OTAN. Comienza la Tercera Guerra Mundial.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El Musgo Violeta

El Chisme - Número 289


Por Chimentero

El Musgo Violeta promete ser un desestabilizador en la Ciudad. El poder de la Cofradía de la Lata, basado en su monopolio del comercio de las Latas de alimentos, está en peligro frente al avance de los Temporales, y su control sobre el Musgo Violeta.

Desde hace unos seis meses, en las Colonias 6 y 7, empezó a verse una nueva variedad de musgo de un color rojizo violáceo. Crece entre los escombros, sobre las piedras, casi en cualquier sitio. En pocos días colonizó casi todas las montañas de escombros, e incluso muchas de las paredes que siguen en pie, de esos dos barrios. Como sucede con todo lo que parece estar vivo, y no es una persona, los Ciudadanos lo comieron. Al ver que no se morían en el intento, también lo destilaron, como se suele hacer con el musgo verde que crece por toda la Ciudad.

Pronto la gente notó que, con apenas un puñado de Musgo Violeta, uno quedaba saciado para todo el día. Así es que con recolectar una bolsa de Musgo Violeta, cualquier Ciudadano podía tener alimento para dos semanas.

Pero no se acabaron allí los beneficios de este extraño musgo. Los primeros en destilarlo fueron los Temporales, tan adeptos siempre a las bebidas alcohólicas. Son ellos quienes comercializan el mejor Licor Verde de la Ciudad.

Tras probar el Licor Violeta, se sintieron con una energía jamás experimentada. Podían correr, saltar, trepar, y completar cualquier trabajo físico sin cansarse. Y no sólo eso, tras unos diez a quince minutos, quien hubiese tomado tan sólo unos tragos, comenzaba a experimentar todo tipo de alucinaciones.

Este humilde chimentero lo ha experimentado en carne propia varias veces, y cada una de ellas fue diferente. Lo Temporales con los que pude conversar, expertos en Viajes Violetas, me contaron que ningún viaje se parece al otro. Tanto los experimentados por una misma persona, como entre diferentes Ciudadanos. Dicen que el humor, y el estado emocional, puede influenciar el viaje, volviéndolo tanto apacible, como terrorífico. Por esto último más de un Temporal se ha suicidado en pleno viaje, ante los horrores que experimentó durante las alucinaciones.

Nadie sabe por qué únicamente crece en las Colonias 6 y 7, pero es así. En la Colonia 6 fue casi erradicado por los Saqueadores en tan sólo unos días. Ahora sólo los que buscan con detenimiento pueden encontrarlo allí. Pero en la Colonia 7, los Temporales se organizaron, y mantuvieron el control sobre varios sectores del barrio, para que nadie más que ellos pueda cosecharlos. Así es que detentan un casi monopolio sobre el Musgo Violeta y el Licor Violeta.

La Colonia 7 tiene una historia infame, dentro de la Ciudad. Fue allí donde se inició el Segundo Colapso, hace 18 años. Era un barrio de inmigrantes, en su mayoría de origen armenio y ruso, que llegaron a la Ciudad tras la Primera Guerra Mundial. Cientos de miles de sus descendientes murieron tras el Desgarro, y desde allí se esparció la Peste Muerta.

Pero, según me enseñó el Historiador, el Desgarro en la Tela Espacio-Temporal fue culpa de los cientos de bombas atómicas que se detonaron durante la Tercera Guerra Mundial. Ese Desgarro permitió la entrada de los Muertos que esparcieron la Peste, pero también, cada tanto vuelve a abrirse para comunicar a la Ciudad con otros espacio-tiempos.

Así fue que, lentamente, la Colonia 7 se fue poblando de los Temporales. En su mayoría seres humanos de otros tiempos, pero hay algún que otro ser de otro mundo, como los Muertos. El líder de los Temporales, responsable de que se hayan unido todos para hacer frente a los otros grupos de poder de la Ciudad, es un hombre que debe haber venido de la época medieval, según calcula el Historiador. Con el tiempo aprendió a hablar como nosotros, y fue quién les enseñó a los demás Temporales.

La gran variedad de personas de diferentes épocas de la historia, así como seres de otros mundos, les da a los Temporales una amplia sabiduría grupal. Pero no la comparten con los demás, como hacen los Hermanos de la Máquina.

Será por el sufrimiento de pasar por el Desgarro, pero lo cierto es que gran parte de los Temporales se la pasan metidos en las alucinaciones del Licor Violeta, y el resto tan sólo se dedica a comerciar Musgo Violeta a los Saqueadores a cambio de todo tipo de objetos, armas incluidas. El balance se está rompiendo.













miércoles, 27 de agosto de 2014

El Otro Viejo

El Chisme - Número 266

Por Chimentero

Casi cualquier lugar de la Ciudad, por más hediondo o peligroso que sea, puede llegar a ser elegido por un Saqueador a la caza de Latas, o algún otro valuable. Un único sitio en toda la Ciudad es evitado sistemáticamente por cualquiera que se precie de ser un buen Saqueador, y ese sitio es la Biblioteca. Temido y venerado por igual.

Allí sólo encontraremos al Otro Viejo y al Historiador. El Otro Viejo es un reservorio de todo tipo de conocimientos, y un archivo vivo de todos los acontecimientos previos al Segundo Colapso. Si uno quiere enterarse de cómo fue que llegamos al mundo en el que vivimos, sólo tiene que ir a verlo. Pero claro… existe un pequeño problema: el Otro Viejo está totalmente loco.

La Hermandad de la Máquina ha dedicado años a tratar de obtener información del Otro Viejo, porque saben que es la segunda persona con más edad de la Ciudad. Luego de numerosos intentos, en los que dos Hermanos perdieron la cordura, y tres la vida, lo lograron. Un Hermano descubrió la forma de comunicarse con el Otro Viejo, y es al que llaman Historiador.

Este humilde chimentero aprendió a leer y escribir con el Historiador, y es por eso que una única vez me permitió acompañarlo a una sesión de Archivo en la Biblioteca.

La zona alrededor de la Biblioteca es una de las más bellas de la Ciudad. Es un descampado, con una gran montaña de escombros en el medio: la Biblioteca. Uno puede entrar al descampado desde tres calles diferentes, sea cual sea que elija, la imagen es hermosa. Todo se ve verde, un color muy difícil de encontrar en la Ciudad.

Los musgos, matas y árboles, crecen entre los escombros de los edificios que se derrumbaron en derredor de la Biblioteca. Es el único lugar de la ciudad en el que se puede ver algún pájaro, de vez en cuando, que lo usa de descanso entre quién sabe qué destinos.

La montaña de escombros que los Hermanos llaman la Biblioteca está cubierta por un musgo gris azulado. Una abertura a media altura es la forma de entrar a una serie de cavernas repletas de libros y periódicos de tiempos pasados.

Allí, en la puerta, me esperaba el Historiador. Un viejo de unos 30 y pico de años. Vestía el típico poncho hecho de arpillera que usan los Hermanos sobre las capas de telas que cubren su cuerpo. El poncho estaba impecable, ya que los Hermanos tienen la extraña costumbre de lavarlo todos los días, e incluso a su cuerpo una vez a la semana.

Entramos juntos, pero él fue delante cuando empezamos a recorrer los pasillos que nos llevaron cada vez más abajo, hasta que llegamos a una habitación amplia, con ordenadas pilas de libros.

--Es importante que no hables –Me dijo el Historiador.

Es que el Otro Viejo es un hombre muy irascible, y suele reaccionar de forma violenta ante los que se acercan a los libros.

Finalmente llegamos a una habitación de techo bajo, pero muy amplia, con infinidad de mesas cubiertas por periódicos. El Historiador me ordenó que me quedase en la puerta mientras él se acercaba al Otro Viejo. Se trataba de un hombre descomunal. Sentado era más alto que yo. Nos daba la espalda, que era tan ancha como dos veces la mía. La cabeza era enorme, totalmente calva, pálida y casi brillante.

Algo muy extraño de ver: tenía ropa entera. Un lujo que sólo se ve entre los Abrelatas, los demás nos contentamos con cubrirnos con harapos, capas y capas de telas, atadas como podemos.

Según los cálculos del Historiador, el Otro Viejo tiene 56 años. Lo máximo que alguien puede aspirar a vivir en la Ciudad, hoy en día, son unos 30. Yo cumplo 25 este año, y me considero afortunado. No somos muchos los que superamos los 20, estos días.

Quise conocer al Otro Viejo porque quería ver algo vivo, algo sano, de aquellos tiempos. Han pasado 18 años desde el Segundo Colapso. Muy pocos de los casi 20 mil Ciudadanos estaban vivos antes del Primer Colapso.

Lo interesante del Otro Viejo es que él vivió durante los tiempos en que la Ciudad tenía más de 3 millones de habitantes, que no tenían que preocuparse por la radiación, ni por el Polvo Gris, ni la Lluvia Negra, ni los zombies, ni los mutantes.

Del método por el cual se comunicaban el Historiador y el Otro Viejo, no comprendí nada. Parecían murmurar palabras ininteligibles. Pero yo ya me di por hecho. Pude ver algo de los Tiempos Felices que no estaba roto.















jueves, 14 de agosto de 2014

La vida de un Saqueador

El Chisme - Número 288



Por Chimentero


Esta es la historia de Ratón Blanco, un Saqueador. Ratón tenía su refugio entre los escombros de un viejo edificio. Allí, junto a su banda de Saqueadores, armaron una especie de cueva, que los protege del Polvo, de la Lluvia Negra, y de algún zombie deambulador que se levante por la noche. Ya que, como sabemos, los Pendes de la Corporación Zombie, no trabajan por la noche. Bueno, nadie sale por la noche.
Ratón se recluye en su cueva con las últimas luces del día, y vuelve a salir hacia el mediodía, que es cuando la temperatura ya se hace soportable, y el viento norte barre la ciudad del Polvo Gris.
Su yurno consiste en andar entre los escombros, meterse en casas y edificios a la caza de alguna Lata. El único alimento que queda en la Ciudad, son las Latas, así que ese es el objetivo principal en las búsquedas de cualquier Saqueador. No sólo para comer, sino porque pueden trocarla por alguna otra cosa en cualquier convoy de la Cofradía de la Lata.
Objetivos menores son cualquier tipo de máquina o pedazo de máquina que puedan encontrar, ya que las pueden trocar en el Monasterio de los Hermanos de la Máquina.
Un día, Ratón Blanco salió a cumplir con su yurno y se dio cuenta de que sería un día especial. Como la mayoría de los Ciudadanos, casi nunca miraba al cielo, ya que no sólo no había nada interesante para ver en las nubes grises, sino que corría riesgo de que se le metiese algo de Polvo en los ojos, y nunca había saqueado lo suficiente como para trocarles alguna máscara de gas o un par de anteojos a los Hermanos.
Pero ese día sí miró, y por primera vez en sus 18 años de vida, vio un Parche Azul. Que si bien muchos creen que no son más que cuentos, este chimentero puede atestiguar que es mucha la gente que los ha visto, si bien no tengo la suerte de haberlo presenciado en persona.
El segundo hecho que destacó en el día de Ratón Blanco fue cuando hurgaba entre unos escombros prometedores. Tenían algo de musgo cubriéndolos, señal de que nadie los había tocado en mucho tiempo. Mientras hurgaba, sintió que sus pies ya no tenían sostén, y cayó sin control, pegando contra salientes de hierro y concreto. La caída fue larga, y más dura la llegada al fondo.
Las quemaduras de radiación que se había ganado en la Estepa, cuando fue expulsado de su anterior banda de saqueadores lo protegieron contra el dolor, ya que sus piernas y brazos estaban totalmente insensibilizados. Pero la vista puede alarmar casi tanto como el dolor, al ver una de sus piernas doblada de una forma imposible. Sin embargo, todavía no manaba sangre, sin duda, gracias a las innumerables capas de telas que cubrían el cuerpo de Ratón Blanco.
Esperó un rato a que los ojos se acostumbrasen a la poca luz que había allí abajo, y comenzó a explorar, arrastrando su ahora inútil pierna izquierda. Lo primero que encontró, al tacto, antes que a la vista, fue un esqueleto totalmente descarnado. Luego vio que había otros tantos: dos adultos y cuatro niños. Parecían estar abrazados. Alguna especie de orgía, pensó Ratón Blanco.
De pronto, recordó lo que le había contado el Capo de su anterior banda, un viejo de unos 30 años. El sueño de todo Saqueador era dar con un Refugio Nuclear, que según se contaba, era donde se escondió la gente cuando se enteraron del Primer Colapso, porque creían que estarían protegidos de la Lluvia Negra. Le contó que en esos Refugios se escondían en grupos, con muchas Latas y otras cosas útiles, como tal vez… un arma de fuego. Todo eso, y más encontró Ratón Blanco.
Muy a duras penas, ya con la pierna izquierda entablillada y convertida en una mancha roja viva, Ratón Blanco logró llegar a la superficie. Se había fabricado una especie de muleta para ayudarse a caminar.

En el rostro llevaba una máscara de gas, y otras dos colgando de una mochila nueva. En la cintura llevaba una cartuchera con un revolver, y en los bolsillos de la campera seis cajas de municiones. La mochila estaba llena de latas, 24 en total. Y en la mano derecha llevaba lo que sabía era una radio, no tenía idea cómo funcionaba, o para qué servía, pero sí que los Hermanos la consideraban uno de los objetos más valiosos del mundo.
Ratón Blanco se creyó el hombre más rico de la Ciudad, en ese momento. Caminó, lentamente, hacia el Monasterio, ya que había decidido ir a trocar allá la radio, y lo demás se lo quedaría, para poder fundar una banda y ser el hombre más poderoso de la Ciudad.
En ese camino fue que se encontró con este humilde chimentero, y me contó su historia. Quería salir en El Chisme, y volverse famoso. Justo cuando me iba a hablar de sus tiempos en la Estepa, vimos a un Estepario parado sobre los restos de un colectivo, recortado contra el cielo gris.
Ratón Blanco, rápido como buen saqueador, me hizo a un lado al tiempo que soltaba la muleta, y buscaba su nuevo revolver. Cuando su dedo sintió la firmeza del gatillo, su ojo sentía la agudeza de una flecha de hueso.
Este chimentero no tuvo más que tristeza al ver a ese pobre Saqueador con la cabeza atravesada por una flecha gruesa como dos dedos. El Estepario bajó tranquilo del colectivo derruido, y se acercó al Saqueador sin despegarme los ojos de encima. Primero recuperó su flecha de hueso. La limpió en la campera de Ratón Blanco, y la guardó en su carcaj. Acto seguido saqueó al Saqueador.
Por mi inactividad, me obsequió una máscara de gas. Todo esto sin emitir palabra. Este chimentero, sin embargo, tenía muchas palabras que emitir, y allí mismo me senté en una roca a escribir en mi libreta, mientras el Estepario se alejaba, y el Saqueador se desangraba.