El Chisme - Número 266
Por ChimenteroCasi cualquier lugar de la Ciudad, por más hediondo o peligroso que sea, puede llegar a ser elegido por un Saqueador a la caza de Latas, o algún otro valuable. Un único sitio en toda la Ciudad es evitado sistemáticamente por cualquiera que se precie de ser un buen Saqueador, y ese sitio es la Biblioteca. Temido y venerado por igual.
Allí sólo encontraremos al Otro Viejo y al Historiador. El Otro Viejo es un reservorio de todo tipo de conocimientos, y un archivo vivo de todos los acontecimientos previos al Segundo Colapso. Si uno quiere enterarse de cómo fue que llegamos al mundo en el que vivimos, sólo tiene que ir a verlo. Pero claro… existe un pequeño problema: el Otro Viejo está totalmente loco.
La Hermandad de la Máquina ha dedicado años a tratar de obtener información del Otro Viejo, porque saben que es la segunda persona con más edad de la Ciudad. Luego de numerosos intentos, en los que dos Hermanos perdieron la cordura, y tres la vida, lo lograron. Un Hermano descubrió la forma de comunicarse con el Otro Viejo, y es al que llaman Historiador.
Este humilde chimentero aprendió a leer y escribir con el Historiador, y es por eso que una única vez me permitió acompañarlo a una sesión de Archivo en la Biblioteca.
La zona alrededor de la Biblioteca es una de las más bellas de la Ciudad. Es un descampado, con una gran montaña de escombros en el medio: la Biblioteca. Uno puede entrar al descampado desde tres calles diferentes, sea cual sea que elija, la imagen es hermosa. Todo se ve verde, un color muy difícil de encontrar en la Ciudad.
Los musgos, matas y árboles, crecen entre los escombros de los edificios que se derrumbaron en derredor de la Biblioteca. Es el único lugar de la ciudad en el que se puede ver algún pájaro, de vez en cuando, que lo usa de descanso entre quién sabe qué destinos.
La montaña de escombros que los Hermanos llaman la Biblioteca está cubierta por un musgo gris azulado. Una abertura a media altura es la forma de entrar a una serie de cavernas repletas de libros y periódicos de tiempos pasados.
Allí, en la puerta, me esperaba el Historiador. Un viejo de unos 30 y pico de años. Vestía el típico poncho hecho de arpillera que usan los Hermanos sobre las capas de telas que cubren su cuerpo. El poncho estaba impecable, ya que los Hermanos tienen la extraña costumbre de lavarlo todos los días, e incluso a su cuerpo una vez a la semana.
Entramos juntos, pero él fue delante cuando empezamos a recorrer los pasillos que nos llevaron cada vez más abajo, hasta que llegamos a una habitación amplia, con ordenadas pilas de libros.
--Es importante que no hables –Me dijo el Historiador.
Es que el Otro Viejo es un hombre muy irascible, y suele reaccionar de forma violenta ante los que se acercan a los libros.
Finalmente llegamos a una habitación de techo bajo, pero muy amplia, con infinidad de mesas cubiertas por periódicos. El Historiador me ordenó que me quedase en la puerta mientras él se acercaba al Otro Viejo. Se trataba de un hombre descomunal. Sentado era más alto que yo. Nos daba la espalda, que era tan ancha como dos veces la mía. La cabeza era enorme, totalmente calva, pálida y casi brillante.
Algo muy extraño de ver: tenía ropa entera. Un lujo que sólo se ve entre los Abrelatas, los demás nos contentamos con cubrirnos con harapos, capas y capas de telas, atadas como podemos.
Según los cálculos del Historiador, el Otro Viejo tiene 56 años. Lo máximo que alguien puede aspirar a vivir en la Ciudad, hoy en día, son unos 30. Yo cumplo 25 este año, y me considero afortunado. No somos muchos los que superamos los 20, estos días.
Quise conocer al Otro Viejo porque quería ver algo vivo, algo sano, de aquellos tiempos. Han pasado 18 años desde el Segundo Colapso. Muy pocos de los casi 20 mil Ciudadanos estaban vivos antes del Primer Colapso.
Lo interesante del Otro Viejo es que él vivió durante los tiempos en que la Ciudad tenía más de 3 millones de habitantes, que no tenían que preocuparse por la radiación, ni por el Polvo Gris, ni la Lluvia Negra, ni los zombies, ni los mutantes.
Del método por el cual se comunicaban el Historiador y el Otro Viejo, no comprendí nada. Parecían murmurar palabras ininteligibles. Pero yo ya me di por hecho. Pude ver algo de los Tiempos Felices que no estaba roto.
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